jueves, 22 de julio de 2010

Morir un instante

Rosa María Hernández Landeros


Aletargado, somnoliento.  El cielo azul oscuro, las estrellas parpadeantes, el silencio de la noche, no me dice nada, estoy despierto.  Pero porque estoy tirado cerca de la puerta, tengo frío, no puedo moverme, mi cuerpo está dormido o yo seré el dormido, estaré soñando, me digo: levántate, arriba, arriba Alberto.  Pero todo sigue igual, un sudor frío recorre mi espalda, tengo miedo. Temo estar muerto.

            Sigo tirado en el piso, pero no es de noche, un sol quemante me deslumbra y quema mi piel.  Un enjambre de moscas revolotea sobre mi cara, se paran cerca de mis ojos, las miro, hasta parece que aplauden y me pican.  No puedo mover los brazos, la cabeza un poco pero no basta para espantarlas.

            Tengo mucha sed, siento la lengua como lija pegada al paladar.  Hace rato pasó  el perro pinto que suele venir de vez en cuando por las tortillas duras que le doy.  Me olisqueó y movió la cola, se echó frente a mí, sus ojos tristes no dejaban de mirarme.  Al rato, tal vez pensó que estaba dormido o que no le daría sus tortillas, me miró con más tristeza y se fue.  Quise gritarle no te vayas, ayúdame, pero no pude, tengo trabadas las quijadas, no sé qué me pasa.

            La tarde estaba cediendo el paso a la noche nuevamente, cuando de pronto oí voces y pasos que se acercaban.  Alberto, Alberto.  Ha de andar por aquí, ven vamos a buscarlo.  Eran mis amigos Jesús y Manuel que de tarde en tarde pasaban a visitarme.  Disfrutábamos un buen rato en amena charla tomando una copita o un buen café jugando unos conquianes, luego se despedían.

            Al llegar a donde a donde yo estaba tirado se alarmaron.  Jesús se agacho con rapidez y me dijo: ¿ Pero que te pasó? No le pude contestar.  Le dijo a Manuel: Ayúdame a levantarlo lo llevaremos a su cama. ¡Hay!: como pesa, uff deberás que estás pesado manito.  Sólo podía mirarlos.  Agradecí que me hubieran encontrado.

            Manuel se quedó conmigo y Jesús se fue no supe a donde  no pude preguntar.  Manuel me puso ropa limpia me la cara me dio mucho gusto, le dije gracias pero mi boca no se movió ni salió sonido alguno de mi garganta.  Al rato llegó Jesús con una ambulancia, me subieron a la camilla, vi que Jesús sacaba la carpeta de mis papeles que ya sabía estaban en mi ropero y me llevaron al hospital.

            En la ambulancia todo fue muy rápido, me colocaron el suero, yo sentía que me daba vueltas la cabeza, me taparon con una sábana.  Luego sentí un dolor en el pecho, empecé a temblar; qué me pasa, me dio miedo, mucho miedo.

            Uno de los hombres me puso una cosa en la nariz, sentí que me entró aire fresco, abrí la boca, quiero más, más, más, todo se puso oscuro.  Oí que decían los hombres: rápido pícale mano que se nos muere, le está dando un paro.  Ya no supe nada, entre en un corredor largo largo, fresco, la brisa me hacía sentir muy bien.

            A los lados del corredor había unas cortinas como velos de colores que se movían con el viento, mis pies no tocaban el piso.  Al fondo se veía una puerta con mucha luz blanca y brillante y hacia ella  me dirigía.  Al llegar la crucé y me envolvió la luz.  No podía ver nada pero luego empecé a ver que no estaba solo, otras personas venían a mi encuentro y extendían sus manos hacia mí.

            Yo iba a saludar a mi hijo Jesús que venía rápido abriéndose paso con las manos extendidas, cuando me vi de nuevo en la camilla y todo aquello desapareció.  Estaba en la sala de operaciones, había varios doctores y enfermeras.  Uno de ellos exclamó: ya que vengan por él, por esta vez ya la libró.

3 comentarios:

Vito dijo...

orale, bonito suspense, morirse un rato nos haría bien para apreciar un poco más las cosas sencillas que a veces hacemos por rutina, lo he sentido, y es mejor morir un rato que morir a cada rato.

taller creativo faunaurbana dijo...

La muerte mata. Morirse por un instante -es entonces- un rivilegio, creo yo que no de simples mortales...

Felicitaciones -Rosita- por sus textos.
alejandro hernández lópez

Unknown dijo...

La libró..morir un momento que parece una eternidad. Me deja el sabor de, no era mejor a donde iba que en donde estaba?